domingo, 25 de febrero de 2007

Silvio a la Carta


Este jueves pasado, Lima se vistió de trova y volvió a vibrar con la música de Silvio Rodríguez, cantautor cubano, sencillo, de pocas palabras, que se presentó ante más de cinco mil almas peruanas, argentinas, ecuatorianas, chilenas, venezolanas y cubanas que se sumaron a la fiesta limeña, pues habían viajado especialmente para escucharlo.

Silvio empezó su concierto con un saludo simple y cálido: “Gracias, regresé a Perú para corresponderles su afecto”. Entiendo que se refería a “Silvio a la Carta”, corriente conformada por un grupo de trovadores jóvenes limeños que cantan su música en las noches de Barranco y Miraflores desde hace algunos años.

Silvio trasmite timidez, no hace gala de mayores pretensiones, con el fondo austero de un escenario negro, sin ninguna ostentación, vestido con una camisa azul de jean y luego, con una camiseta negra, realizó la magia de encandilar a un público que después de veintiún años, lo pedía todo de él, todo y mucho más... Y él se dio por entero, en un local lleno de gente de todos los colores y sabores, que coreaban sus letras. Este cantautor logró un milagro de hermandad que siempre debería existir entre nosotros.

Silvio nos ofreció ayer El escaramujo, Te doy una canción, Son desangrado, Punto, Érase que se era, Ángel para un final, La era está pariendo un corazón, La maza, Playa Girón, Sinuhé, Papalote, Ojalá, Óleo de una mujer con sombrero, entre otras tantas que cantó. Al final, seis bises no se hicieron esperar, sí, como lo leen, seis bises porque el hombre no podía irse, y es que era simple: no queríamos dejarlo ir. No vaya a ser que pasen otros veintiún años y ya sea demasiado tarde, para nosotros o para él. Noche memorable para todas las edades que disfrutamos con un Silvio, verdaderamente “a la carta”.

Hoy, Silvio Rodríguez será distinguido como Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en la casona del Parque Universitario de Lima.

A modo de anécdota les cuento cuándo fue la primera vez que escuché una canción de Silvio. Yo tendría trece años y Paco, el hermano mayor de mi amiga-hermana-hija Jacinta, puso en el tornamesa de la sala de música de su casa aquel disquito de vinilo de 45 r.p.m. Fueron dos canciones: "Te doy una canción" y “Madre”. Suficiente. En aquel momento se consagró el tácito pacto de honor entre su música y mi fidelidad.

Pasó el tiempo y ya con 23 años, una hija recién nacida y todas las ganas de escucharlo en vivo y en directo, pude asistir por primera vez a un concierto de él, en el campus de la Universidad Católica. Silvio no me defraudó ni por un momento. Era el mismo que yo esperaba, y digo esto porque no sé si a alguien le ocurre lo que a veces, a mí, que prefiero escuchar en casa la música que me gusta, pues así puedo apreciar mejor los arreglos de estudio, las voces y los instrumentos, uno a uno, pues hay algunos artistas cuyas voces en vivo difieren mucho de lo que uno escucha en el disco y eso puede significar una gran decepción.

Pienso que Paco, desde el cielo, debe haber estado presente en el concierto, coreando con nosotros las canciones de Silvio, tocando el piano o la guitarra, como lo hacía siempre.

Como corolario puedo contar que hoy tengo la suerte de compartir mi gusto por la trova de Silvio con mi hija Denisse, quien tiene ya 22 años y vivió conmigo esos momentos que toda madre afortunada podría desear.

Lima, 22 de febrero de 2007