martes, 7 de julio de 2020

UCI: CATARSIS



No sé cómo empezar…

Han pasado varios años, ha corrido mucha agua bajo el río, he cambiado... Mejor dicho, mi vida ha cambiado, mis pensamientos, mi manera de ver la vida, mi forma de vida...

Sucede que resucité. Sí, resucité porque sentí que morí y me trajeron de vuelta a esta vida. No hubo túnel de luz, nadie me esperaba, no vi a ángeles ni a seres queridos, nada. Solo oscuridad, miedo, angustia y terror. Creo que llegué al infierno. Luego de 17 días de coma inducido desperté y me encontré con una vida completamente diferente a la que yo vivía.

Mi corazón no andaba bien desde el 2001 pero iba resistiendo aunque cada vez menos hasta que llegó el momento en que no pudo más. Había llegado la hora de la temida cirugía a corazón abierto para cambiar mi válvula aórtica, o la partida al más allá.

Escogí lo primero, por lógica elemental.

Desperté sin saber cuánto tiempo había pasado. Había entrado en ese coma inducido el 31 de julio de 2018 y desperté el 16 de agosto, un día antes del cumpleaños de mi hijo menor que sintió –según me contó tiempo después- que fue un regalo por sus 30 años.

Mi estancia en la clínica duró dos meses y medio. Salí de UCI un 3 de setiembre y me dieron el alta el 12 de ese mes.

Y bueno pues, desperté y me di cuenta de que no podía hablar, solo susurrar porque me habían intubado dos veces, la segunda intubación había sido de emergencia porque ya en recuperación mis órganos se paralizaron y mi corazón recién operado solo bombeaba sangre a mi cerebro. Quiero que conste que mi corazón respondió porque el cambio de válvula fue exitoso, sino no estaría escribiendo estas líneas; sin embargo, esa intubación me dañó las cuerdas vocales hasta hoy; he recuperado la voz en un 70 % pero no más. Hoy ya no me apeno por no poder cantar, que es lo que más extraño. Mis amigos me dicen que ahora tengo una voz sexy, me da mucha risa escuchar eso. Solo el hecho de estar viva, de que mi corazón, que todos mis órganos funcionen y que todo esté controlado me basta para saber que aún vivo y que mi misión en esta vida ha cambiado pero aún no ha terminado.

Como les dije, cuando estuve en coma no hubo túnel de luz ni nadie bueno o conocido que viniera a acompañarme. Fueron días de oscuridad, de caras terroríficas que venían hacia mí como en una pesadilla interminable. Mi consciencia estaba ahí, yo me sentía atada de pies y manos, quería gritar, moverme y no podía porque no sabía que estaba en coma; solo pensaba en que si eso era el infierno se habían equivocado conmigo porque nunca he sido santa pero malvada tampoco. No entendía nada, solo sufría y me ahogaba, le pedía a Dios que me llevara, quería que todo terminara hasta que decidí dejarme llevar por esa soledad aterradora y cerrar los ojos que no sabía que ya tenía cerrados, tratando de dormir para no sentir el intenso pánico que estaba experimentando.

Quizás en ese momento me desintubaron porque sentí paz y a los pocos días desperté. Vi a mi esposo sonriéndome, a mi cardiólogo haciendo un gesto con los brazos abiertos como si quisiera abrazarme, yo no comprendía nada. Recuerdo que pregunté qué día era. Mi esposo, Carlos, no me contestó, creo que no podía oírme, solo sonreía y me decía ‘ya estás aquí’.

Los días venideros en UCI fueron otra pesadilla porque ya despierta me di cuenta de que estaba tan hinchada que no podía mover ninguna parte de mi cuerpo, todo me pesaba, todo me dolía, tenía escaras porque, al parecer, no me movieron lo suficiente para evitarlas, me sentía atrapada en un cuerpo que no era mío y en las noches no podía dormir porque los terrores del coma experimentado me perseguían. Al fin el médico se apiadó de mí y me dio un Clonazepam en las noches. Pude descansar hasta las 6:00 a.m. que era la hora en que la legión -así le llamaba yo a las enfermeras y técnicos- venía a despertarme, moverme, asearme y creo que les caí simpática porque me trataron con mucho cariño y lograban hacerme reír, sobre todo cuando me tocaban los tratamientos más dolorosos. Pocos lugares de mi cuerpo no tenían catéteres. Estaba llena de tubos.

Recuerdo a toda la legión con mucho cariño; entre tantos turnos estaba Francis, Elcira, Isabel, Marcia, Edwin y muchos otros que me cuidaron y acompañaron todo lo que pudieron, esperando y haciendo un alto en sus obligaciones ante mis ruegos para que no me dejaran sola hasta que llegara Carlos a las 8 de la mañana y cuando debía irse a las 8 de la noche. El hombre que me tocó por esposo es un verdadero santo, todo lo que pueda decir sobre él es poco, esto sería materia para otro post. Solo puedo decir que si algo me enseñó este terrible trance es que él me ama y yo lo amo mucho más que antes. Gracias Carlos por todo lo que hiciste por mí. Sin ti yo no estaría escribiendo estas líneas.

En UCI se permite la visita de una persona a la vez, enfundada previamente en el batón celeste reservado para las visitas. Era un ambiente helado -según decían- para que el lugar se mantenga aséptico y yo que vestía la típica bata de algodón abierta atrás, cubierta solo con una manta ligera, me congelaba. Le decía a mi neumólogo que esa temperatura era criminal y perfecta para adquirir una neumonía, él solo me decía que mi organismo estaba bombardeado de antibióticos y que nada me iba a pasar. Luego, me pusieron una colcha de peluche muy abrigadora, quise llevármela a casa al final, pero no era un suvenir.

Pasaron esos larguísimos días para mí, yo ya quería salir de UCI y que me llevaran a una habitación de la clínica porque ansiaba que me visiten, pero antes tenían que lograr moverme pues seguía con las piernas hinchadísimas. Fue otro vía crucis que la legión lograra que me siente en el sillón, al principio media hora, luego una hora –recuerden mis escaras- de lo contrario mi cardiólogo no permitiría que me trasladen a habitación. Cuando me sentaban me ahogaba, me faltaba el aire y como aún no podía mover las piernas, todo era difícil.

En UCI solo estaba permitido que me visite un familiar por poco tiempo pero tuve sorpresas lindas porque tres amigos de mi barrio de Miraflores se saltaron la regla y fueron a verme, los vi y me eché a llorar. Cuando ellos me lean sabrán que es cierto y que las lágrimas fueron de felicidad e impotencia también porque ni hablar ni abrazarlos podía, mis brazos no daban para tanto pero mi corazón estaba lleno de alegría. Gracias Papo, Matty y Julita, amigos por siempre.

No voy a contar más pormenores de mi estancia en UCI porque ya hablé de lo más resaltante y lo demás seguramente se lo podrán imaginar, fueron cosas de la rutina de estar internada en esa zona.

Hoy, en tiempo de pandemia viene -más que nunca- al caso contarles mi historia, para que se cuiden muchísimo porque si bien yo no he tenido Covid 19, sí he estado intubada, sí estuve en coma inducido y sí pasé por todo lo que pasan los afectados por ese virus y les digo que es algo espantoso, no se lo deseo ni a mi peor enemigo, que felizmente no tengo.

Quizás ustedes se pregunten por qué estoy recordando todo lo que padecí pero necesitaba hacer esta catarsis antes de volver a escribir eclécticamente en mi blog, como es mi costumbre. Estaba trabada emocionalmente y las musas habían pasado de mí, como dice Serrat.


*Quiero hacer una mención especial a la imagen que corona mi post. Es una trenza francesa que Elcira me hizo cuando estaba intubada y me tomó esa foto. Así era el cariño que me tenían ella y los demás miembros de la legión. Algunos de ellos podrán conocerlos en la foto de abajo cuando fui a visitarlos. Nunca los olvidaré.



Esta fue mi habitación en UCI.



viernes, 19 de julio de 2013

Pequeño racconto



Un día como hoy, hace dos años, volví a nacer.

Por ello, este es un gran día para contar mis dones: tengo una familia que me sostiene la vida y que me hace querer vivirla muchos años más; tengo amigas-hermanas que cuento con los dedos de una mano pero que valen por todas las manos del mundo; tengo geniales, generosos y solidarios amigos universales; tengo libertad de pensamiento, palabra, acción e inacción; tengo muchas aficiones y adicciones musicales y literarias que me llenan el alma; puedo tomar vino tinto y viajar a cualquier lugar que no sobrepase los tres mil metros sobre el nivel del mar...

En fin, tengo tanta riqueza que siento la necesidad de devolver todo lo que me ha sido dado y en ese solo pensamiento libro mi batalla diaria. ¡Gracias a la vida que me ha dado tanto!


martes, 11 de diciembre de 2012

 

 

 
Un aviso previo y necesario para quien me lea: Esta no es una crónica como las que he podido hacer antes. Este un relato serio y objetivo, desde mi personal punto de vista. No esperen mucho de mí porque he ido cambiando con el tiempo y aunque quiera creerme otra historia, no es posible, tengo que ser honesta conmigo misma. No espero comentarios favorables porque creo que estas letras no habrán de gustarle a muchos. Lo siento.
 
Advertidos ya, ahí va el relato de mi experiencia.
 
LOS PÁJAROS LLEGARON A CONTRAATACAR LIMA
 
Y así como migraron de país en país, llevando su locura, emociones y sus canciones por el mundo, el tiempo y la justicia divina tenían que traerlos de vuelta a Lima, nos lo merecíamos después de tanta espera. Es más, la película de mi vida debería llamarse: “Esperando a Serrat”.

 
5 de diciembre del 2012:  Hoy puede ser un gran día, mejor dicho una gran noche. Llegamos a tiempo a pesar del tráfico de infierno. Lleno completo, buen síntoma. Hace frío pero es soportable. La noche promete calentar el ambiente. Empieza el show a las 9:30 como la primera vez, pero en esta ocasión con nuevos y espectaculares efectos especiales en 3D. La modernidad también les llegó a los pájaros. Un diálogo previo entre los dos dibujitos animados muy divertido y presten todos atención que a punto está de empezar la función.
 
Y bueno pues, con ese humor pícaro y sarcástico tan propio de Sabina, y la voz de terciopelo y plagada de romance de Serrat, volvieron a ser la dupla perfecta. En esta ocasión Sabina fue Sabina y el Nano, Nano. Sabina, el pirata loco y Serrat, Tarrés. Los contrapuntos estuvieron buenos aunque, a decir verdad, hubo una parte del show hablado en que al Nano no se le entendió nada porque en Lima no usamos “borde” ni alguna jerga española que él usó con Joaquín para decirle que no lo adule –si mal no recuerdo “dar coba”- por lo que la mayoría no comprendió el chiste. Silencio incómodo, por supuesto. Creo que la única risa fue la mía. Y de nervios.
 
Sabina, como buen pirata de siete mares, maneja muy bien a su tripulación limeña. Sabe qué decir y qué comentar y se nos mete al bolsillo haciendo gala de conocer muy bien nuestros modismos, refiriéndose  a nuestros mayores orgullos como suyos y por qué no, burlándose cariñosamente de nuestras arraigadas y conservadoras costumbres. Nada nos puede gustar más a los limeños que uno de nuestros ídolos hable el mismo lenguaje que nosotros. Al fin y al cabo no somos bichos raros, la gente va muy bien para hacer la ola, ¿verdad?
 
Serrat, por su lado, no sabe que lo queremos, no sabe cuánto lo queremos. Quizá por ello, no se siente tan cercano a Lima y cree que nos hemos quedado en su época de “Mediterráneo”, aunque también estuvieron sus maravillosos “locos bajitos” y “no hago otra cosa que pensar en ti”. Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio. Hay que reconocerlo, creo que a estas alturas de la vida ya le da flojera hacer un esfuercito por nosotros. ¿Que fue cumplidor? Sí, por supuesto, es un profesional maravilloso.
 
Las canciones estuvieron al gusto del auditorio: la mayoría fueron de Sabina, todas aquellas que el público quería escuchar y más. Sinceramente, a mí las canciones de Serrat me gusta escucharlas cantadas por él mismo, no por Joaquín, en cambio las de Sabina puede cantarlas el Nano y siempre me sonarán a gloria. Fue una pena que Serrat cantara muy pocas canciones. Podría decir que el show era de Sabina y que Serrat estuvo ahí para apoyarlo, de cuando en cuando, a gotitas.
 
Y las voces, ahhh, las voces. La de Serrat impecable, con un poco menos de potencia pero tan hermosa y dulce como toda la vida, una verdadera delicia, cuánta nostalgia puede producirme la voz de este hombre, por Dios. Sabina ha ganado algunos “gallos” por aquí y por allá, pero en general, el derroche de simpatía del pirata flaco opacó cualquier posible desafinación.
 
Algo que me gustó fue haber apreciado mucho más las canciones de la Orquesta del Titanic, por fin me parecieron bonitas y como había estudiado bien mi lección escuchando el CD hasta el hartazgo, ya me las sabía, ¡qué gran logro!
 
Quien haya llegado hasta acá y acaso pensara que no me gustó el concierto, no me entendió. Sí me gustó, en realidad me encantó. Al final, con tal de tener al Nano frente a mí aunque no cante ni diga pío, yo siempre seré feliz. Es más, acaban de irse estos pájaros con su bendita música y ya quisiera que vuelvan a contraatacarme.
 
De vez en cuando la vida nos besa en la boca…
 

Sol O’Connor

miércoles, 15 de agosto de 2012

Este lunes 13 me enteré de que es el día de los zurdos, es decir, mi día. Dicen que somos más inteligentes. Sin embargo, yo creo que a fuerza de obligarnos a llegar a ser como los demás mortales, hemos tenido que adecuarnos a este mundo diestro que nos rodea y por ello, nuestras neuronas han tenido un poco más de trabajo y como ocurre en todo trabajo extra, salimos fortalecidos. Y bueno pues, en esta vida marcada por las cotidianas dificultades, ya sea pequeñas o grandes, estamos logrando salir airosos. Antaño éramos considerados "raros" por decir lo menos, y nos obligaban a usar la derecha. Ergo, la torpeza nos caracterizaba hasta que se daba el gran triunfo si nos volvíamos ambidextros. De ahí parte el hecho de ser considerados más inteligentes: nuestros hemisferios por fin hacían sinapsis, es decir, nuestras neuronas izquierdas y derechas lograban comunicarse y así aprendimos a manejarnos mejor entre los diestros. En honor a la verdad yo no soy ambidextra pero sí sé tocar guitarra sin haber tenido que cambiar las cuerdas. Así que gracias a los diestros que inventaron las tijeras, a quienes inventaron el protocolo, los cuchillitos de mantequilla (y los de pescado también), las cuerdas de la guitarra, la coordinación del pie y la mano "correctos" para bailar ritmos negros del Perú o para seguir una simple coreografía o baile de salón, por los manchones de los bolígrafos en el papel cuando aprendimos a escribir y pasábamos la mano sobre lo escrito, mano que también terminaba sucia por la tinta, por las carpetas para diestros, por los cambios del automóvil (aunque sea automático), por el mouse que por defecto viene programado para diestros... Por todo eso y muchas cosas más, creo que sí nos merecemos un día especial así que: ¡Feliz día a tod@s mis amig@s zurd@s en este mundo de diestros!

sábado, 9 de julio de 2011

Adiós maestro Cabral

Hoy es un día aciago. Mataron a Facundo Cabral, el hombre que le cantó a la paz, al amor, a la libertad y que hizo de su vida una poesía. Para mí nada mejor que rendirle un pequeño homenaje en esta recopilación de algunas de sus mejores frases y sentencias.
Hoy la tierra está triste pero el cielo está de fiesta, y tú seguramente ya estás reunido con tu madre, tu esposa y tu hija. Adiós maestro, gloria eterna a tu memoria.


“Cada mañana es una buena noticia, cada niño que nace es una buena noticia, cada hombre justo es una buena noticia, cada cantor es una buena noticia, porque cada cantor, es un soldado menos.“

“Cuando me marché de mi casa, niño aún, tenía siete años, mi madre me acompañó a la estación, y cuando subí al tren me dijo: Este es el segundo y último regalo que puedo hacerte, el primero fue darte la vida y, el segundo, la libertad para vivirla.”

“ Me gusta volver a Roma, principalmente al Trastébere. Una tarde de otoño me encontré, en el Campo di Fiori con un señor al que todos quisimos mucho. Le estaba echando migas a las palomas. En aquella época el maestro tenía 88 años. Estaba allí, con su mujer. No me pude resistir; me acerqué y le dije: ¿Es usted quién yo creo? Me contestó. ¡Yo soy el que tú quieras! Entonces le dije: ¡Es usted el maestro! A lo que me respondió, el maestro es el que te puso a ti delante de mí, y a mí delante de ti, yo sólo soy Arthur Rubistein”.

“Mi hermano fue comunista hasta que el capitalismo le dio una oportunidad. Y es comprensible: el joven que no es socialista no tiene futuro y el adulto que no es conservador es que no tiene cabeza. Mi hermano decía que el dinero no hace la felicidad, pero la pobreza menos, así que decidió pasar esta desdicha que es la vida, con comodidad”.

“Me contaba mi abuela en torno al día que murió Carlos Gardel. Esto ocurría en el año 1935. La noticia fue difundida por la radio. Se hicieron eco todos los barcos extranjeros anclados en el puerto de Buenos Aires. Se pusieron a sonar todas las sirenas al mismo tiempo, alguien dijo que en señal de duelo. ¿Qué sentiste ante la muerte de Gardel, abuela? A lo que ella me contestó: “Caramba, ahora sí que somos pobres de verdad”.

“Mi madre, poco antes de morir me dijo: “ Muero contenta porque cada vez te pareces más a lo que cantas”.

“Juan Francisco, mi ahijado, dice, a sus dos años de edad, que soy artista porque canto, y que canto para poder comprarle chocolates, que es lo más razonable que escuché sobre mi oficio”.

“Al verme asombrado por su presencia en mi concierto, Ray Bradbury me dijo: “Me asombra que se asombre de encontrar un Bradbury viniendo de un país que tiene un Borges que es asombroso”.

“Escapa de los que compran lo que no necesitan, con dinero que no tienen, para agradar a gente que no vale la pena”.

“Si los malos supieran lo buen negocio que es ser bueno, serían buenos, aunque solo fuera por negocio”.

“El bien es mayoría, pero no se nota porque es silencioso. Una bomba hace mucho más ruido que una caricia, pero por cada bomba que destruye, existen millones de caricias que construyen la vida”.

“A la señora Indira Gandhi le encantaba desayunar conmigo, me invitaba muchas veces para que le contara historias de Eva Duarte, a la que admiraba de forma profunda, tanto como yo la admiré. Cuando ya le conté todo cuanto supe de Evita, comencé a inventarme bellas historias de ella, pensando que la señora Indira no se iba a dar cuenta. Un día, la señora Indira me dijo: “Facundo, te espero mañana para desayunar, espero me sigas contando historias de Evita…, aunque sean inventadas”.

Sobre Borges:
“Cuando le pregunté a Borges porqué no había libros suyos en su biblioteca, me dijo: porque sigo teniendo el hábito de la buena lectura”.
“Cuando le pregunte qué le había parecido Arreola, que acababa de visitarlo, me dijo: es un verdadero caballero, me dejó dos o tres silencios”.
“Cuando le pregunté por Cien años de soledad, que le habían leído, me dijo: los primeros cincuenta años son memorables…”

”Usted bebe mucho, le dijo el médico a mi abuelo que tenía el mal de Parkinson. Y mi abuelo le dijo: “no crea, se me cae bastante”.

”Lo mejor de uno son los otros. Esa gente que le puso alas a mi vida, imagen, que me transformó en esto que soy; un hombre rico, inmensamente rico, en la condición que sea y donde fuere”.

”Siempre, con lo que tengas, se puede, se debe empezar de nuevo. Tenemos el deber de ser felices”.

Fuente: http://www.lapatilla.com/site/2011/07/09/las-mejores-anecdotas-y-pensamientos-de-facundo-cabral/

miércoles, 29 de diciembre de 2010

GASTÓN

Lindo artículo de Mario Vargas Llosa sobre Gastón Acurio, mi cocinero preferido y una de las personas más queridas del Perú, cuyo ejemplo es digno de imitar.

---------

DEL CHEF…
Vargas Llosa escribe sobre Gastón Acurio

A comienzos de los años setenta, en una casa limeña situada en el límite mismo de dos barrios, San Isidro y Lince, donde se codeaban la pituquería y el pueblo, un niño de pocos años solía meterse a la cocina para escapar de sus cuatro hermanas mayores y los galanes que venían a visitarlas. La cocinera le había tomado cariño y lo dejaba poner los ojos, y a veces meter la mano, en los guisos que preparaba. Un día la dueña de casa descubrió, que su único hijo varón —el pequeño Gastón—, había aprendido a cocinar y que se gastaba las propinas corriendo al almacén Súper Epsa de la esquina, a comprar calamares y otros alimentos, que no figuraban en la dieta casera para experimentar con ellos.
El niño se llamaba Gastón Acurio, como su padre, un ingeniero y político, que fue siempre colaborador cercano de Fernando Belaunde Terry. Alentado por su madre, el niño siguió pasando buena parte de su niñez y su adolescencia en la cocina, mientras terminaba el colegio y comenzaba en la Universidad Católica sus estudios de abogado. Ambos, ocultaron al papá esta afición precoz del joven Gastón, que, acaso, el pater familias hubiera encontrado inusitada y poco viril.
El año 1987 Gastón Acurio fue a España, a seguir sus estudios de derecho en la Complutense. Sacaba buenas notas, pero olvidaba todas las leyes que estudiaba, después de los exámenes y lo que leía con amor no eran tratados jurídicos, sino libros de cocina. El ejemplo y la leyenda de Juan María Arzak lo deslumbraron. Entonces, un buen día, comprendiendo, que no podía seguir fingiendo más, decidió confesarle a su padre la verdad.
Gastón Acurio papá, un buen amigo mío, descubrió así, en un almuerzo con el hijo, al que había ido a visitar a Madrid y al que creía enrumbado definitivamente hacia la abogacía, que a Gastón-hijo no solo no le gustaba el derecho, sino que, horror de horrores, ¡soñaba con ser cocinero! Él reconoce, que su sorpresa fue monumental y yo estoy seguro de que perdió el habla y hasta se le descolgó la mandíbula de la impresión. En ese tiempo, en el Perú se creía que la cocina podía ser una afición, pero no una profesión de señoritos.
Sin embargo, hombre inteligente, terminó por inclinarse ante la vocación de su hijo, y le firmó un cheque, para que se fuera a París, a completar su formación en el Cordon Bleu. Nunca se arrepentiría y hoy debe ser, sin duda, uno de los padres más orgullosos del mundo por la formidable trayectoria de su heredero.
Gastón estuvo dos años en el Cordon Bleu y allí conoció a una muchacha francesa, de origen alemán, Astrid, que, al igual que él, había abandonado sus estudios universitarios —ella, de Medicina— para dedicarse de lleno a la cocina (principalmente, la pastelería). Estaban hechos el uno para el otro y era inevitable, que se enamoraran y casaran.
Después de terminar sus estudios y hacer prácticas por algún tiempo en restaurantes europeos, se instalaron en el Perú y abrieron su primer restaurante, Astrid y Gastón, el 14 de julio de 1994, con 45 mil dólares prestados entre parientes cercanos y lejanos. El éxito fue casi inmediato y quince años después, Astrid y Gastón exhibe sus exquisitas versiones de la cocina peruana, además de Lima, en Buenos Aires, Santiago, Quito, Bogotá, Caracas, Panamá, México y Madrid.
En estos restaurantes, la tradicional comida peruana es el punto de partida, pero no de llegada: Ha sido depurada y enriquecida con toques personales, que la sutilizan y adaptan a las exigencias de la vida moderna, a las circunstancias y oportunidades de la actualidad, sin traicionar sus orígenes; pero, también, sin renunciar por ello a la invención y a la renovación. Otra variante del genio gastronómico de Gastón Acurio es La Mar, un restaurante menos elaborado y formal, más cercano a los sabores genuinos de la cocina popular, que, al igual que Astrid y Gastón, después de triunfar en el Perú, tiene ya una feliz existencia en siete países extranjeros. Y, como si esto fuera poco, han surgido en los últimos años otras cadenas, cada una de ellas con una personalidad propia y que desarrolla y promueve una rama o especialidad del frondoso recetario nacional, T’anta, Panchita, Pasquale Hermanos, la juguería peruana, La Pepa y —el último invento por ahora— Chicha, en ciudades del interior dotadas de una comida regional propia, a la que estos restaurantes quieren dignificar y promover. En el año de 2008, la cifra de ventas del complejo fue de 60 millones de dólares.
Pero el éxito de Gastón Acurio, no puede medirse en dinero, aunque es de justicia decir de él, que su talento como empresario y promotor es equivalente, al que despliega ante las ollas y los fogones. Su hazaña es social y cultural. Nadie ha hecho tanto como él, para que el mundo vaya descubriendo que el Perú, un país que tiene tantas carencias y limitaciones, goza de una de las cocinas más variadas, inventivas y refinadas del mundo, que puede competir sin complejos con las más afamadas, como la china y la francesa. ¿A qué se debe este fenómeno? Yo creo que a la larga tradición autoritaria del Perú: La cocina era uno de los pocos quehaceres en que los peruanos, podían dar rienda suelta a su creatividad y libertad sin riesgo alguno.
En buena parte es culpa de Gastón Acurio, que hoy los jóvenes peruanos de ambos sexos, sueñen con ser chefs como antes soñaban con ser psicólogos, y antes economistas, y antes arquitectos. Ser cocinero, se ha vuelto prestigioso, una vocación bendecida incluso por la frivolidad. Y por eso, pese a la crisis, en Lima se inauguran todo el tiempo nuevos restaurantes y las academias e institutos de alta cocina proliferan.
Si alguien me hubiera dicho hace algunos años, que un día iba a ver organizarse en el extranjero “viajes turísticos gastronómicos” al Perú, no lo hubiera creído. Pero ha ocurrido y sospecho, que los chupes de camarones, los piqueos, la causa, las pachamancas, los cebiches, el lomito saltado, el ají de gallina, los picarones, el suspiro a la limeña, etcétera, traen ahora al país tantos turistas como los palacios coloniales y prehispánicos del Cusco y las piedras de Machu Picchu. La casa-laboratorio, que tiene Gastón Acurio en Barranco, donde explora, investiga, fantasea y discute nuevos proyectos con sus colaboradores, ha adquirido un renombre mítico y la vienen a visitar chefs y críticos de medio mundo.
Gracias a Gastón Acurio, los peruanos han aprendido a apreciar, todo lo que vale la riqueza gastronómica de su tierra. Él tiene un programa televisivo, en el que desde hace cinco años, visita cada semana un restaurante distinto, para mostrar lo que hay en él de original y de diverso, en materia de menú. De este modo, ha ido revelando la increíble diversidad de recetas, variantes, innovaciones y creaciones de que está hecha la cocina peruana. Cómo se da tiempo para hacer tantas cosas ,(y todas bien), es un misterio. Su programa “Aventura culinaria” ha servido, entre otras cosas, para que se sepa que, además de Gastón Acurio, hay en el Perú de hoy otros chefs, tan inspirados como él. Esa generosidad y espíritu ancho, no es frecuente entre los empresarios, ni en el Perú, ni en ninguna otra parte.
Si en Astrid y Gastón, La Mar o cualquiera de los otros restaurantes de la familia, usted se siente mejor atendido, que en otras partes, no se sorprenda. Los camareros de Gastón Acurio, —juro que esto no es invención de novelista—siguen cursos de inglés, francés y japonés, y toman clases de teatro, de mimo y de danza. Si después de recibir este entrenamiento, deciden buscarse otro trabajo, “mejor para ellos”, dice Acurio. “Esa es la idea, justamente”.
El éxito no lo ha mareado. Es sencillo, pragmático, vacunado contra el pesimismo; y, como goza tanto con lo que hace, resulta estimulante escucharlo hablar de sus proyectos y sueños. No tiene tiempo para envidias y su entusiasmo febril es contagioso. Si hubiera un centenar de empresarios y creadores como Gastón Acurio, el Perú hubiera dejado atrás el subdesarrollo hacía rato.

Mario Vargas LLosa