martes, 11 de diciembre de 2012

 

 

 
Un aviso previo y necesario para quien me lea: Esta no es una crónica como las que he podido hacer antes. Este un relato serio y objetivo, desde mi personal punto de vista. No esperen mucho de mí porque he ido cambiando con el tiempo y aunque quiera creerme otra historia, no es posible, tengo que ser honesta conmigo misma. No espero comentarios favorables porque creo que estas letras no habrán de gustarle a muchos. Lo siento.
 
Advertidos ya, ahí va el relato de mi experiencia.
 
LOS PÁJAROS LLEGARON A CONTRAATACAR LIMA
 
Y así como migraron de país en país, llevando su locura, emociones y sus canciones por el mundo, el tiempo y la justicia divina tenían que traerlos de vuelta a Lima, nos lo merecíamos después de tanta espera. Es más, la película de mi vida debería llamarse: “Esperando a Serrat”.

 
5 de diciembre del 2012:  Hoy puede ser un gran día, mejor dicho una gran noche. Llegamos a tiempo a pesar del tráfico de infierno. Lleno completo, buen síntoma. Hace frío pero es soportable. La noche promete calentar el ambiente. Empieza el show a las 9:30 como la primera vez, pero en esta ocasión con nuevos y espectaculares efectos especiales en 3D. La modernidad también les llegó a los pájaros. Un diálogo previo entre los dos dibujitos animados muy divertido y presten todos atención que a punto está de empezar la función.
 
Y bueno pues, con ese humor pícaro y sarcástico tan propio de Sabina, y la voz de terciopelo y plagada de romance de Serrat, volvieron a ser la dupla perfecta. En esta ocasión Sabina fue Sabina y el Nano, Nano. Sabina, el pirata loco y Serrat, Tarrés. Los contrapuntos estuvieron buenos aunque, a decir verdad, hubo una parte del show hablado en que al Nano no se le entendió nada porque en Lima no usamos “borde” ni alguna jerga española que él usó con Joaquín para decirle que no lo adule –si mal no recuerdo “dar coba”- por lo que la mayoría no comprendió el chiste. Silencio incómodo, por supuesto. Creo que la única risa fue la mía. Y de nervios.
 
Sabina, como buen pirata de siete mares, maneja muy bien a su tripulación limeña. Sabe qué decir y qué comentar y se nos mete al bolsillo haciendo gala de conocer muy bien nuestros modismos, refiriéndose  a nuestros mayores orgullos como suyos y por qué no, burlándose cariñosamente de nuestras arraigadas y conservadoras costumbres. Nada nos puede gustar más a los limeños que uno de nuestros ídolos hable el mismo lenguaje que nosotros. Al fin y al cabo no somos bichos raros, la gente va muy bien para hacer la ola, ¿verdad?
 
Serrat, por su lado, no sabe que lo queremos, no sabe cuánto lo queremos. Quizá por ello, no se siente tan cercano a Lima y cree que nos hemos quedado en su época de “Mediterráneo”, aunque también estuvieron sus maravillosos “locos bajitos” y “no hago otra cosa que pensar en ti”. Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio. Hay que reconocerlo, creo que a estas alturas de la vida ya le da flojera hacer un esfuercito por nosotros. ¿Que fue cumplidor? Sí, por supuesto, es un profesional maravilloso.
 
Las canciones estuvieron al gusto del auditorio: la mayoría fueron de Sabina, todas aquellas que el público quería escuchar y más. Sinceramente, a mí las canciones de Serrat me gusta escucharlas cantadas por él mismo, no por Joaquín, en cambio las de Sabina puede cantarlas el Nano y siempre me sonarán a gloria. Fue una pena que Serrat cantara muy pocas canciones. Podría decir que el show era de Sabina y que Serrat estuvo ahí para apoyarlo, de cuando en cuando, a gotitas.
 
Y las voces, ahhh, las voces. La de Serrat impecable, con un poco menos de potencia pero tan hermosa y dulce como toda la vida, una verdadera delicia, cuánta nostalgia puede producirme la voz de este hombre, por Dios. Sabina ha ganado algunos “gallos” por aquí y por allá, pero en general, el derroche de simpatía del pirata flaco opacó cualquier posible desafinación.
 
Algo que me gustó fue haber apreciado mucho más las canciones de la Orquesta del Titanic, por fin me parecieron bonitas y como había estudiado bien mi lección escuchando el CD hasta el hartazgo, ya me las sabía, ¡qué gran logro!
 
Quien haya llegado hasta acá y acaso pensara que no me gustó el concierto, no me entendió. Sí me gustó, en realidad me encantó. Al final, con tal de tener al Nano frente a mí aunque no cante ni diga pío, yo siempre seré feliz. Es más, acaban de irse estos pájaros con su bendita música y ya quisiera que vuelvan a contraatacarme.
 
De vez en cuando la vida nos besa en la boca…
 

Sol O’Connor

2 comentarios:

Joan dijo...

Me pareció una crónica sincera, escrita desde el oorazón; esas son las mejores.

La diferencia entre el fan y el fánatico es que el primero asume los defectos de esa persona referente, mientras el fanático la idealiza hasta el punto de hacerla un ser irreal.

Serrat es, incluso para los que les gusta poco, un referente en la música hispana de todos los tiempos y un poeta universal. Tambien es un hombre humilde, lo que le hace mas grande, pero un hombre al fin, con todas sus virtudes y defectos a cuestas.

Gracias por compartir, y gracias al Nano por que me permitió conocerte amiga.

Un beso desde la tierra del Nano.

Joan

Anónimo dijo...

Serrat es humilde ahora, porque cuando estaba en los veintitantos,que bah, era insoportable... Me sigue gustando su voz, pero me decepciona verlo... cine, T.V. o en persona. Demasiado viejo para su edad.