martes, 10 de junio de 2008

LA EÑE TAMBIÉN ES GENTE

La culpa es de los gnomos que nunca quisieron ser ñomos. Culpa tienen la nieve, la niebla, los nietos, los atenienses, el unicornio. Todos evasores de la eñe.

Señoras, señores, compañeros, ¡amados niños! ¡No nos dejemos arrebatar la eñe! Ya nos han birlado los signos de apertura de interrogación y admiración. Ya nos redujeron hasta el apócope. Ya nos han traducido el pochoclo. Y como éramos pocos, la abuelita informática ha parido un monstruoso # en lugar de la eñe con su gracioso peluquín, el ~.
¿Quieren decirme qué haremos con nuestros sueños?
Entre la fauna en peligro de extinción, ¿figuran los ñandúes y los ñacurutuces? En los pagos de Añatuya, ¿como cantarán Añoranzas? ¿A qué pobre barrigón fajaremos al ñudo? ¿Qué será del Año Nuevo, el tiempo de ñaupa, aquel tapado de armiño y la ñata contra el vidrio?

¿Y cómo graficaremos la más dulce consonante de la lengua guaraní?

"La ortografía también es gente", escribió Fernando Pessoa. Y, como la gente, sufre variadas discriminaciones. Hay signos y signos, unos blancos, altos y de ojos azules, como la W o la K. Otros, pobres morochos de Hispanoamérica, como la letrita segunda, la eñe, jamás considerada por los monóculos británicos, que está en peligro de pasar al bando de los desocupados después de rendir tantos servicios y no ser precisamente una letra ñoqui.

A barrerla, a borrarla, a sustituirla, dicen los perezosos manipuladores de las maquinitas, solo porque la ñ da un poco de trabajo. Pereza ideológica, hubiéramos dicho en la década del setenta.

Una letra española es un defecto más de los hispanos, esa raza impura formateada y escaneada también por pereza y comodidad. Nada de hondureños, salvadoreños, caribeños, panameños. ¡Impronunciables nativos! Sigamos siendo dueños de algo que nos pertenece, esa letra con caperuza, algo muy pequeño, pero menos ñoño de lo que parece. Algo importante, algo gente, algo alma y lengua, algo no descartable, algo propio y compartido porque así nos canta.

No faltará quien ofrezca soluciones absurdas: escribir con nuestro inolvidable César Bruto, compinche del maestro Oski. Ninios, suenios, otonio. Fantasía inexplicable que ya fue y preferimos no reanudar, salvo que la Madre Patria retroceda y vuelva a llamarse Hispania.

La supervivencia de esta letra nos atañe, sin distinción de sexos, credos ni programas de software. Luchemos para no añadir más leña a la hoguera donde se debate nuestro discriminado signo. Letra es sinónimo de carácter.

¡Avisémoslo al mundo entero por Internet! La eñe también es gente.

María Elena Walsh

EL VUELO DEL ABEJORRO

Anoche miraba por televisión un programa, trataba sobre el vuelo de los insectos y lo que pueden enseñarle al hombre respecto de la aerodinámica.

El programa mostraba el delicado vuelo de la mariposa, el sofisticado vuelo de mosca, el torpe volar de los escarabajos, el rítmico vuelode la abeja y el "imposible vuelo del abejorro".

Un ingeniero mecánico, especialista en aerodinámica decía que era imposible, desde la estructura corporal del abejorro, que éste pudiera volar: tiene una masa corporal demasiado grande para ser soportada por alas tan diminutas.

Con esas proporciones es imposible que ese "bicho" pueda volar. Habría que hacerle unas correcciones en su diseño estructural para que siquiera pueda sostenerse en el aire por unos cuantos segundos:

- Reducir su abdomen en un 40% de su tamaño.
- Agrandar sus alas en un 100%.
- Quitarle la vellosidad que lo caracteriza para que no oponga resistencia al aire.

Aún con estos cambios - decía el especialista - será un volador muy torpe y no podrá sostenerse durante mucho tiempo en el aire. Sin embargo, mientras el técnico se esforzaba por demostrar la imposibilidad del vuelo del abejorro, allí estaba este bicho negro, desproporcionado y peludo volando plácidamente contra toda ley aerodinámica, libando despreocupado el néctar de una flor.

Por fortuna el abejorro no ve Discovery Chanel, ni presta atención a los supuestos especialistas.

La enseñanza que me dejó este programa fue que, en último término, nosotros mismos tenemos el poder de decidir lo que creemos y esperamos de nosotros. No permitamos que nos pongan limitaciones sobre lo que podremos llegar a ser.

Es triste encontrarse con muchachos que se consideran torpes, o brutos, o malos, porque eso fue lo que escucharon constantemente delos labios de sus propios padres.

Aprendamos del abejorro: nadie se eleva más allá de sus propias expectativas. Si esperas poco de ti mismo, darás poco. Si piensas en grande, alcanzarás grandezas.

No les cortes las alas a tus seres queridos. Si les enseñas a soñar volarán muy alto y ¡quién sabe cuál será la próxima flor que visiten!

(desconozco su autor)